lunes, 15 de octubre de 2012

No dormir nunca más

- Mi padre murió en el más horrible estado de lucidez, yo igual. Lo que sucede es que yo morí antes, más joven -

Todo el peso de la noche caía sobre su cuerpo, eran muchas las lunas que había visto desaparecer, y, otras tantas que había imaginado. Un viento, una pequeña brisa que en proporción podría haber sido no más que un soplido, de algo o alguien, una caricia perdida en la oscuridad.

Cuando se está en soledad, no hay demasiadas opciones, cuantificar el peso de sus extremidades en amor, hacer círculos imaginarios, inventar historias de otras vidas. El sonido de los gallos asume otro día de verano, sin poder dormir.


Insonme de rabia se arrastra en soliloquios, cuestionarse existencias carece de sentido; se reclama. Más estos pensamientos no llegaron solos, y calla antes de padecer la eterna vergüenza de aceptar las culpas.
Suave olor a humedad que me inunda, implora, déjeme dormir. Clausurar la visión, el iris, la pupila, el cerebro. Clausurarlo todo y dormir, sin soñar, sin querer, inocentemente descansando.


Insomne de amor, y de otros miles de estados, arrastra su mano para tocar el insolente rayo de luz que corrompe la paz de la sombra.

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