lunes, 22 de octubre de 2012

Como una estrella fugaz

''No he conocido a nadie que amase tanto la decadencia como ella. Y, sin embargo, se mató para eludirla.''

Me encontraba fumando un cigarrillo, quedaban unas cinco pitadas, leía un libro del que no recuerdo identidad, o existencia. De un momento a otro, me aviso que no fumo, pero igual me llevo el cigarro a la boca, entonces... Sé que tampoco puedo fumar, y me ahogo, y empiezo a toser, todo tiene gusto a alquitrán, a humo. Cae el libro. Caigo yo. 

Me despierto, transpirando, mareada, se escucha la lluvia. Fue una pesadilla. Salgo de mi habitación, y otra vez están los paramedicos, mi mamá en primer plano llorando, al lado mi hermano. Los miro. Me miran. ¿Por qué nadie me despertó?. Camino por el pasillo, llegando al marco de una habitación demasiado iluminada, no me atrevo a entrar, sé quién está ahí. Hay dos médicos, me miran, los miro.  Una tercera persona se deja ver la espalda, es él... O lo que queda de él. No me habla, no me mira. ¡Pero si ese día no llovía, Vero!

Me despierto, transpirada, adolorida, mareada, masacrada, injusta e infiel. Fue otra pesadilla. Otro reflejo de una vida anterior. Salgo de mi habitación, corro al baño, busco agua, una gota al menos, para sanar mi garganta. Silencio. Entonces aparecen todas estas personas que traen flores, el olor irrita instantáneamente mi organismo, se marchita, se tuerce, metamorfosis del día insosayable. Un cura tirando agua bendita sobre el cajón, horas después de que se apagaran las luces, otra mañana reluciente, los primeros calores de Septiembre. Despertate, despertate, despertate. 

Me despierto. Miro alrededor. Una pequeña porción de mi espía a través de este ojo izquierdo. Todo lo que queda de esperanza. Se escucha el canto de los pájaros. Tomo coraje y salgo de mi habitación... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario